Crónica de una muerte anunciada
Se me ocurren varios titulares, pero sin duda alguna, en lo que a mí respecta, este es el más ajustado. Aunque muchos espectadores también lo calificaban de "espectaculo Dantesco" al no entender como en un campeonato de España la gente estuviera más tiempo en el suelo que encima de los esquies o las bicicletas.
Os he dejado unas fotos que podeis ver en la Galeria de fotos.
Bueno, vamos a comenzar por el principio, y agarrandonos al titular, la cosa empezó muy dubitativa, puesto que desde que Molina y Rubén plantearon la posibilidad de ir al campeonato (justo después de ir a Navafría a practicar nuestra única clase de esqui de fondo), mi cabeza decía claramente que esa competición no era para mí, de hecho, desde un prinicipo la había descartado.
Con el devenir de los días, ante la demanda tanto de Molina como de Rubén y al ver que no conseguían un tercer integrante del equipo para que la participación, por lo menos, supusiera un buen puñado de puntos, al final me decidí a participar, pensando que, como se decía en los foros, la gente no tenía mucha técnica de esquiar, por lo que, a priori, la cosa no debería tener excesiva dificultad.
Después de algunas dificultades, por fin tenemos un hotel reservado y la inscripción hecha. Llegan los e-mails de apoyo, que a la vez van sugiriendo la dureza de la prueba, la inevitabilidad de las caidas y la recomendación de hacernos con un material específico, del que no ibamos a disponer, para que las cosas resultarán mejor. Todo esto además de animar, me crea una inquietud y ansiedad que va creciendo conforme se acerca la fecha, y que me hace preguntarme múltiples veces, ¿quien me habrá mandado meterme en esta guerra?. Pero la suerte está echada y el ánimo de los compañeros y amigos, así como la posibilidad de conseguir unos valiosos puntos para el club a estas alturas de temporada, despejan cualquier atisbo de duda.
Por fin, el sábado, a eso de las 10 nos ponemos en marcha para Formigal, donde llegamos al filo de las 3 de la tarde, después de un placentero viaje con Rubén y Molina, y donde las conversaciones van cambiando de tema conforme nos vamos alejando de Madrid (política, fútbol, mujeres, etc.). Curiosamente en el viaje de vuelta los temas se repitieron, pero en orden inverso, según nos ibamos acercando a Madrid. Es como si hubiera unas zonas concentricas alrededor de Madrid, igual que el bono bus, y que en función del color se hablará de un tema o de otro, jeje.
Como digo, llegamos a la estación, la vimos por encima, pero no pudimos ver el cirucito, ya que nuestro primer objetivo era el alquiler de esquis.
Bajamos a la urbanización de Formigal, entramos en la tienda de esquis y nos encontramos con el primer contratiempo: en Formigal no se hace esqui de fondo y no tienen el equipo adecuado, y encima tampoco tienen de la talla de Rubén.
Hacemos de tripas corazón y cogemos lo que nos ofrecen, que como se verá más adelante, pudo influir en el desenlace final.
Comemos en un parque en Formigal y nos bajamos al coqueto hotel que teníamos reservado en Panticosa, con una amabilisima casera que nos brindó todas las facilidades del mundo, dejamos el equipaje, revisamos las bicis y, de camino a la reunión técnica de Sallent, continuamos la búsqueda de material adecuado, preguntando en todas las tiendas que se ponían a tiro. Finalmente en el propio Sallent encontramos, por lo menos, un material de la talla de Rubén, y que pertenecía a uno que se había roto el tobillo al revisar el circuito del triatlón, ¡ a que impresiona !.
Por aquel entonces la ansiedad y los nervios, empiezan a convertirse en temor, y empieza a asomar el "cangurito" por donde no debe.
Nos vamos a la reunión técnica y ya terminan de darnos confianza, que si no os preocupeis, que hay médicos, que bajando en la postura de huevo no os hareis mucho daño,... hasta los más expertos preguntaban si se podán quitar los esquis durante la carrera, ¡ a que ACOJO... !. Como dice Molina, mi "cangurito", a estas alturas, salía de color verde. No obstante la decisión de puntuar para el club seguía firme, con miedo pero firme.
Después de recoger los dorsales y la reunión nos vamos al hotel y dejamos todo preparado para salir temprano al día siguiente. Nos acostamos y a eso de las 3, Molina recibe un mensaje de su novia: ¡ A LAS 3 DE LA MAÑANA !. A mí ya me desvela y me paso el resto de la noche dando vueltas a como es la mejor forma de tirarme de los esquies antes de caerme.
Por fin amanece y nos ponemos en marcha, llegamos con tiempo y realizamos todos los preparativos en la zona de boxes. Veo la primera cuesta arriba, y empiezan los nervios de la carrera. La decisión sigue siendo firme, la gente empieza a preguntar quien sabe y quien no sabe esquiar. La pregunta tenía una respuesta fácil: el que se movía sabía, el que no sabía no se movía para no caerse.
La carrera consistia en 3 vueltas de esqui, 3 de bici y 2 de carrera sobre un mismo circuito de un poco más 3 kilometros.
Salen las chicas: nos faltan 7 minutos, que parecen 15, y por fin el pistoletazo. Increible, parecian dibujos animados: sale todo el mundo rapídisimo y un chaval de la granja y yo nos quedamos totalmente parados, eramos los únicos que no avanzabamos.
Poco a poco, y ante la mirada incrédula de los espectadores empezamos a movernos, pero a veces ibamos más para atrás que para adelante. En la primera rampa, la primera caída y oigo: "no te preocupes, que Hector tb se ha caido", a lo que no me reprimo y respondo: "a mi Hector no me importa, el que me importa es el padre de mis hijos". Eso por lo menos me sirva para ganarme un poco de animo que me ayuda a terminar la primera rampa. Con sorpresa veo que el chaval de la granja coge los esquies y se pone a correr, por supuesto mucho más rápido que yo esquiando. No obstante yo pienso: "aqui he venido a intentarlo, y correr ya sé". Seguimos subiendo y por fin viene la primera cuesta abajo. Si eran duras las cuestas arriba, no os digo nada las cuestas abajo, y sobre todo cuando has estado viendo como uno por uno se iban cayendo todos en las vaguadas.
Hacemos de tripas corazón y nos lanzamos, y, como no podía ser de otra manera, nos tiramos lo más dignamente posible antes de que la velocidad lo hicera todo más duro.
Pues bien, a partir de aqui, sucesión de subidas, bajadas y caidas, con el resultado final de 42 minutos en la primera vuelta y todo el cuerpo magullado.
Al final de la primera vuelta veo a Molina parado y me acercó a él para preguntarle: "¿No te habrás retirado?", a lo que responde: "no, se ha estropeado una sujección de esqui y te estaba esperando". Dicho y hecho, empezamos juntos la 2ª vuelta y, en este punto, decidimos que correr es más rápido que esquiar. Dicho y hecho, esquis al hombre y a correr con la botas de esqui. Hacemos la 2ª vuelta en menos de 30 minutos, pero cuando llegamos al paso por boxes, nos indican que si no esquiamos, nos descalifican, así que la tercera vuelta hacemos un mix de correr y esquiar que culmina con el tiempo de 1 hora y 45 minutos de esqui.
A todo esto, mientras que esquias, te va recorfontando la idea de que la gente que te ha ido pasando en bici parece que lo ha pasado mejor que esquiando. Nada más lejos de la realidad.
Empieza la bici y, como podreis entender, después de 70 personas que han pasado tres veces en esqui, tres en bici y dos corriendo (por que ya habia terminado una gran mayoría), la pista era un autentico patatal, de tal manera que la rueda de atrás no cogia tracción y la de adelante iba donde quería. Terminas por subir andando y pensando que las cuestas abajo serán más fáciles: ¡ craxo error !. En la bajadas ibas totalmente cruzado, y la rueda de adelante, si subiendo iba donde quería, y que no se te ocurriera tocar el freno. En fin que otra vez nos tocaba caminar, pero todavía peor porque al arrastrar los esquis, estos te sirven de bastones, pero arrastrar la bici por patatales de nieve, es un infierno.
Para colmo me encuentro con Molina que ha pinchado y esta poniendo el spray: ¡ los dioses se han aliado en nuestra contra !.
Ante esta perspectiva estaba claro que no ibamos a llegar, o que en su defecto, ibamos a llegar después de 4 o 5 horas de interminable esfuerzo, así que, en ese momento, después de 2 horas y 30 minutos de inútil esfuerzo, Molina y yo decidimos retirarnos y comentarselo a Ruben, que estaba luchando como un jabato, y que era el que más tenía en mi mente, ya que estabamos tomando una decisión que echaba por tierra el enorme esfuerzo que él estaba haciendo.
En fin, que al final pasó lo que tenía que pasar y que por más pruebas que pasan no aprendo: hay determinadas carreras que no estan hechas para mí, y que sólo mi imprudencia y falta de juicio, hacen que me apunte a pesar de todo. El problema es que esta vez, por mi alarde, Rubén y Molina han realizado un viaje y un esfuerzo, que, si lo hubiéramos pensado fríamente, no hubieramos afrontado.
No obstante el ánalisis posterior y apoyo incondicional que recibí tanto de Rubén como de Molina, así como de todos los compañeros que nos llamarón por teléfono surante nuestro viaje de vuelta, hace que mi ánimo ya se haya repuesto y este otra vez con fuerzas para el domingo que viene en Fuenlabrada
Saludos y hasta la próxima.
En breve actualizare el blog
Hace 11 años
2 comentarios:
Sin riesgo no hay emoción!!!
Di que si, que si no se prueban las cosas no se puede saber si gustan o no.
Aunque pueda parecer masoca, me distéis mucha envidia. Ya sabes que a mi esas aventuras me llaman la atención.
¡Enhorabuena figura!
Avelinoooo por lo menos has aprendido lo del cangurito
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